Fake News, desinformación e información: una historia lejana

La desinformación no es un término nuevo, siempre ha existido. Hace referencia a la falta de información o a la información errónea dada, generalmente, de forma intencionada.

Si el problema no es nuevo, sus consecuencias tampoco. Podemos viajar en el tiempo y remontarnos a La Ilíada, donde los troyanos se enamoraron de un caballo de madera falso que finalmente fue la causa de su invasión; o al famoso programa de radio «The Mercury Theatre on the Air« donde Orson Welles narró La guerra de los mundos y causó verdadero pánico en la audiencia, llegando incluso a creer que se trataba de una verdadera invasión.

La necesidad de estar informado siempre ha estado inscrita en el ADN humano, encontramos una justificación social donde la información compone la base de cualquier comunicación y por lo tanto, de las relaciones. Esta necesidad se ha convertido en una obligación, donde estar informado es prácticamente obligatorio para mantener una conversación y hacer nuevas relaciones sociales.

En la era digital han cambiado las comunicaciones y relaciones sociales, y también la manera de estar informados. La instantaneidad es la principal ventaja que ofrecen los medios digitales y es por ello que la desinformación ha pasado desapercibida, debido al inmenso volumen de información que se genera en cada momento y la velocidad a la que la consumimos.

Todo tiene que ver con quién vive los acontecimientos y quién los cuenta. Esto es el principal agente de desinformación que se ha disparado gracias a los medios digitales. A esta combinación se le suma la credibilidad como factor detonante.

Orson Welles en aquel momento era uno de los guionistas más famosos de Estados Unidos. Si hubiera sido un comediante, nadie le habría creído.

El problema no son las fake news, el problema es la liberalización de las fake news

Aunque puede sonar algo sarcástico, es interesante ver esta aproximación. La desinformación era casi un monopolio de los principales medios de comunicación. No en forma de noticias falsas, pero sí en la forma de silenciar o dar menos peso a ciertos temas que no interesaban.

Las redes sociales han hecho que cualquier persona u organización tenga más fácil difundir un mensaje, sea verdadero o no. Además el factor cámara de eco juega en contra. En una discusión cara a cara con una persona podemos ver que opina totalmente distinto a nosotros en cuanto a un tema, pero que compartimos otras cosas con ella, aunque sean aficiones banales. En redes sociales tendemos a seguir solo a quien piensa como nosotros, y lo que vemos de otra persona fuera de nuestro flujo de contenido es precisamente lo que la diferencia de nosotros: “Mira lo que ha dicho fulanito en Twitter”.

Ese mensaje se retroalimenta, y tiene consecuencias importantes, tanto como para poder decantar la balanza de las elecciones presidenciales de Estados Unidos.

A esto se suma la pérdida de identidad de los medios provocada por las redes sociales (incluída Menéame). Si nos remontamos 20 años atrás, al comprar un periódico éramos conscientes de qué cabecera estamos leyendo. Al consumirlo online en un agregador se unen noticias de distintas fuentes, y se le presta menos atención. Aunque Menéame siempre indica la fuente de forma visible, es un cambio significativo, y esto hace que la fidelidad a un medio sea menor.

¿Cómo luchar contra la desinformación y noticias falsas?

Ante esta crisis, surgen, y cada vez más, organismos que luchan contra la desinformación (snopes.com , PolitiFact , factcheck.org, The Trust Project). Por otro lado, son las organizaciones, asociaciones y plataformas profesionales quienes llevaron a cabo, de una forma unánime, las primeras medidas para combatir esta crisis.

Estas medidas se componen de prácticas, acciones y ejemplos para formar al usuario en la identificación de noticias falsas y combatir la desinformación.

La primera solución consiste en una acción humana, no tecnológica. Y es aquí donde aparecen las principales potencias digitales a nivel mundial en el mundo de la información: Google, Facebook y Twitter.

La crisis es real y ha aumentado con el paso de los años. Es por ello que lo que inicialmente comenzó siendo una preocupación de los principales núcleos de información y conocimiento, pasa a ser una preocupación gubernamental. Las consecuencias de la desinformación han adquirido un alcance mundial.

Son varias las propuestas e iniciativas que Google, Facebook y Twitter han ido promoviendo con el paso del tiempo. Debido a las exigencias y presiones de organismos e incluso de gobiernos, ya se han consolidado algunas de ellas, como Google News Initiative. Por otro lado, Facebook y Twitter han mejorado su sistema de relevancia, dando prioridad al contenido verificado e identificando y eliminando autores y fuentes de noticias falsas.

La principal preocupación tiene que ver con el papel fundamental que juega internet, concretamente las redes sociales en la política. Todas las iniciativas tienen una implementación tecnológica pero la base de todas ellas y el principal valor agregado parte de la comunidad, el factor humano.

Mientras que Facebook opta por un filtro global de la comunidad, Twitter da relevancia a la comunidad local en el lugar donde ocurren los hechos.

¿Qué hace Menéame?

Muchos de los sistemas que ahora se proponen ya se aplican desde hace años en Menéame, a través de su algoritmo. Algunos pilares sobre los que se basa:

  • El algoritmo promueve a portada las noticias votadas por los usuarios, con un cálculo ponderado por el karma del usuario. Es decir, un usuario habitual que suele publicar contenido relevante tiene más peso que uno nuevo
  • Los votos negativos cuentan más que los positivos. Cuando una mayoría apoya una causa y hay una voz discordante, suele ser interesante escucharla
  • Cuando una noticia tiene varios comentarios negativos se indica el motivo destacando el comentario más votado, que suele tener información sobre por qué puede ser errónea
  • En ocasiones muy puntuales, si una noticia claramente falsa llega a portada porque nadie se ha dado cuenta, es retirada por los administradores

¿Qué más podría hacer Menéame?

Aunque el enfoque actual sigue siendo un filtro mejor que el de Facebook, por nombrar una de las potencias , nos planteamos otras opciones.

Por ejemplo, The Trust Project es una organización que ha ganado bastante peso en el último año como “certificadora” de buenas prácticas. Actualmente en España solo es utilizado por El País y El Mundo, aunque es de esperar que el resto de medios se acaben sumando a ésta u otra entidad.

Ellos realizan comprobaciones sobre el medio, el periodista y la noticia, garantizando que no es una web que acaba de aparecer, que tiene identificado quién es el periodista, que cita fuentes, que tiene fuentes locales, que muestra diversidad de perspectivas y una larga lista de criterios.

Ventajas:

  • Ofrece a los servicios de agregación de noticias un indicador extra para mostrar al usuario o modificar el peso de esas noticias, de forma fácil y gratuita
  • Se puede implementar fácilmente como tecnología (las noticias llevan un código estándar que permite identificarlas)

Inconvenientes:

  • Aunque The Trust Project es muy reconocida, ¿quién vigila al vigilante?
  • Si estos indicadores proliferan, ¿quién va a evitar que no haya un proyecto similar que certifique noticias falsas?
  • Y sobre todo, ¿puede ser un paso de los grandes medios para tratar de posicionarse frente a otros medianos, que pueden hacer un trabajo igual de bueno pero no tener tantos recursos para implementar dicho certificado?

A pesar de contar con todo, parece una iniciativa interesante. En Menéame nos planteamos una de estas tres opciones:

  • No hacer nada por el momento (es factible)
  • Utilizar las certificaciones de un tercero: añadir alguna o varias etiquetas informativas de entidades en las que confiamos. Por ejemplo, que al lado de cada noticia certificada por ellos aparezca un indicador, en el que se explique qué garantías tiene esa noticia. Podría influir en el karma o ser únicamente informativa
  • Implementar nuestro propio sistema de calidad, midiendo algunos parámetros básicos como citar fuentes, tener un autor identificable o mostrar varias perspectivas. Sería la más interesante pero la más complicada de llevar a cabo.

Así que abrimos el debate. ¿Qué solución es la mejor? ¿Qué medios se van a adherir a esas entidades de check? ¿Qué otros partners podríamos tener?

Para seguir leyendo:

Javier Martín y Daniel Seijo