El primer diseño de menéame fue como el resto del lugar:
El 97% del tiempo tenemos que olvidarnos de las pequeñas eficiencias: la optimización prematura es la raíz de todos los males –Tony Hoare
Lo presentamos lo más rápido que pudimos y bastaron un par de meses para darnos cuenta que necesitábamos cambios: pestañas [1] para las funciones principales; un menú que permita más opciones y agrupadas; menú a la izquierda para que les herramientas ganen visibilidad.
Pero hacía falta tener en cuenta un detalle importante: parecía que el diseño gustaba. Vale, siempre hay alguien que no, porque intervienen cuestiones estéticas, una cosa nada exacta. Dejémoslo en que no caía mal. Un poco lo que sucede con Google; si preguntas ¿te gusta? la respuesta está entre el pse y el no, pero no molesta aunque no guste. Si luego sucede que el lugar funciona –y es la clave– los internautas captan el lugar como algo útil y lo adoptan. Esto es exactamente lo que tenía presente cuando hacía la primera maquetación del menéame: que si no gusta no moleste. Me pareció que lo habíamos conseguido, y cada vez que pensaba en los cambios –necesarios ya– me veía a mi mismo con más peligro que un mono con una hacha.
Podía empezar poco a poco, primero el menú. Luego moverlo a la izquierda. Más adelante añadir las pestañas. Pero empecé por lo ultimo: las pestañas. Es lo que me hacía más ilusión, cosas que pasan. Y ya que necesitan fondo, aplicarlo al menú. Y de paso, cambiarlo de lugar. El conocido efecto «ya que estamos», eso que suele suceder cuando los albañiles entran en casa: «si sólo queríamos poner monomandos en el cuarto de baño», recuerdas mientras elijes las baldosas.
Los cambios estaban listos en julio, pero los primeros diseños no me convencieron. Usaba una semana la versión de pruebas y a menudo algo no cuadraba; sobretodo no conseguía el efecto «aunque no me guste, no me molesta lo que hay». Así, el menú y las pestañas han tenido varios fondos, tamaños, en forma de botones, de enlaces, de varias medidas, colores, más líneas, cajas. Con facilidad tendían a pesar demasiado. Quizás el nuevo diseño era moderno, pero me parecía poco creíble para un lugar que debía ser útil ante todo. En la ilustración podéis ver unos cuantos botones que probé en algún momento –con diferentes intensidades de color y más colores.
Probé durante semanas los diferentes diseños. En realidad, el actual se parece bastante a uno de los primeros, que luego cargué de filigranas para descargarlo poco a poco y volver a casi la primera idea. Visto ahora me parece bastante obvio, y que todo podría haber sido más rápido. Es lo que tiene la cosa estética, y hay mucho trabajo que se tira y no se ve.
Cada vez que la maqueta estaba a punto echaba un vistazo a los cambios en el código para aplicarlos, y había muchas novedades que incorporar, cosa que suponía un nuevo retraso. Modifiqué el código de manera que todos mis cambios fuesen fáciles de identificar para copiarlos y pegarlos en la última versión del menéame. El proceso sirvió para comprobar cuanta razón tiene Tony Hoare: si les das muchas vueltas aparecen los males.
La necesidad de adaptar el diseño al último código habrá servido para que sea un poco más modular y adaptable para los clones. También fácil de expandir para nosotros, para presentar primero –y mantener después– la versión en catalán que tenemos prevista desde el primer día.
Tenemos claro que es difícil conseguir que el nuevo diseño guste a todo el mundo, pero el objetivo es que nada moleste demasiado, esto es, que al final menéame siga siendo un lugar útil ante todo. Una herramienta, más que una muestra de diseño. Rollo Google, salvando las distancias.
Seguiremos haciendo cambios, pero ahora serán más pequeños y rápidos. Quizás.
Lo siguiente es retocar algunas cosas que no han quedado redondas tras la maratón –de casi tres días– para que funcione con el Explorer, y que nos han dejado con agujetas. Será cuando la elefanta pase a la ele verde y finalmente la pierda.
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[1] idea de Damian, gracias.